
La inmensa mayoría de los traductores trabaja desde casa por lo que el teletrabajo en nuestro oficio no constituye ninguna novedad. Pero cuando la economía está paralizada y el trabajo no llega, hay que adaptarse y buscar otras salidas profesionales.
Llevo casi un mes dando clases de francés por Skype, en grupos de dos alumnos. En tiempos normales escojo un texto de actualidad que nos sirve para alimentar la conversación y para abordar algunas estructuras gramaticales. Pero, con la crisis del coronavirus, he observado que muchos alumnos aprovechan estas clases para liberar la tensión derivada del estado de alarma y comentar su situación personal. De allí salió la idea de hacer una pequeña radiografía del estado de ánimo de algunos de mis alumnos a los que he cambiado el nombre por motivos evidentes.
Claudia estaba trabajando hasta que su empresa presentó un ERTE. Está claro que echa de menos su trabajo pero lo que más le duele es la ausencia de sus hijos pequeños que mandó al pueblo con sus abuelos justo antes de la declaración de confinamiento. Sus hijos no entienden por qué no están con sus padres, los abuelos hacen lo que pueden y Claudia se muere de ganas de ir a buscarlos para reunirse con ellos. Pero no lo hará hasta que no se levante el confinamiento.
Isabel está trabajando en el sector de la cosmética. Su empresa también ha presentado un ERTE y los empleados no saben cuándo podrán cobrar el paro (¿quizás en mayo?) ya que el SEPE está desbordado. Vive con sus hijas en casa y aparentemente esta convivencia le ayuda a soportar el confinamiento. Está aguantando la situación con paciencia y optimismo.
Julia es agente de viaje. Hace un par de meses decidió dejar la agencia de viajes en la que trabajaba para ponerse por su cuenta y organizar viajes internacionales. De hecho tiene aún a algunos clientes en Sudamérica que intenta traer a España. Está en una situación económica muy difícil ya que sabe que el sector del turismo será uno de los últimos en recuperar la normalidad. Pero como es una mujer valiente, acaba de aceptar un trabajo en una residencia de ancianos en las condiciones que todos podemos imaginar. Sale cada mañana con el miedo de volver contagiada.
Hawa es una joven marfileña de 17 años que vive en una casa de acogida. Su idioma materno es el francés, pero no tiene muchas oportunidades de hablarlo en España. Se apuntó a las clases sobre todo para recordar el idioma de su infancia y mantenerlo vivo mientras esté fuera de su país. Es alegre y participa de forma muy sincera en las conversaciones. Está aguantando como lo puede hacer una joven estudiante recluida entre cuatro paredes: con resignación y buen humor.
Siempre he pensado que mi actividad profesional debía servir para algo más que para transmitir contenidos y conocimientos. No sé lo que sacarán mis alumnos de esas clases, pero personalmente me dan mucha fuerza para seguir adelante y valoro muchísimo el esfuerzo que hacen para luchar y adaptarse a una situación muy complicada.
Hoy más que nunca, LAS PALABRAS NOS ACERCAN.
Etienne Cartuyvels